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Otro triste episodio para el Chao Samartín
El pasado día 27 de abril, según informaciones publicadas por la prensa regional, se produjo un lamentable suceso relacionado con la arqueología castreña y en concreto, con el Chao Samartín. El alcalde de Grandas de Salime, el socialista Eustaquio Revilla, mandó retener al arqueólogo de la Consejería de Cultura y Deporte, Ángel Villa, y posteriormente, formuló una denuncia contra el mismo por robo y expolio. ?ste, a su vez, denunció al alcalde por falsa denuncia.
El arqueólogo, según ha confirmado el propio Consejero, se desplazó a la localidad comisionado por la Consejería de Cultura y Deporte para supervisar las tareas de digitalización y fotografiado de materiales y del yacimiento para el proyecto del 'Museo Virtual de la Cultura Castreña', que habían sido autorizadas previamente por la Comisión Permanente del Consejo de Patrimonio Cultural, respondiendo a una solicitud del propio Alcalde del Ayuntamiento de Grandas de Salime. En el transcurso de estos trabajos, se percató de la presencia de varios fragmentos de pintura mural romana desprendidos de su soporte original, expuestos a la intemperie y los rigores meteorológicos, por lo que procedió a su recogida con el objeto de trasladarlos al Museo Arqueológico de Asturias, donde fueron inmeditamente depositados.
Las reacciones a la noticia no se han hecho esperar. La Federación de Servicios Públicos de UGT, mediante nota de prensa, ha salido en defensa del trabajador, calificando de acoso la actuación del alcalde, mientras que el Principado de Asturias anunció que emprendería las acciones pertinentes para proteger los derechos de su empleado. El estupor entre ciudadanía y comunidad científica es asimismo la nota dominante. Se da la circunstancia de que la persecución al equipo de trabajo que, dirigido precisamente por Ángel Villa, ha trabajado desde 1995 en los castros de la cuenca del Navia-Eo, parece ser toda una obsesión para el Sr. Revilla, como ha demostrado en reiteradas ocasiones. Desde la unilateral decisión publicada por el diario La Nueva España de cambiar las cerraduras del museo y el yacimiento, impidiendo a los investigadores el acceso y cercenando sus derechos como tales, la obstaculización para el normal desarrollo de los trabajos ha sido constante. Tal actitud no sólo implica la paralización de las labores de estudio sino que, además, pone en serio riesgo la conservación de las ruinas y los materiales custodiados en el centro museístico.
