Las ruinas del Chao Samartín se localizan en el extremo suroccidental de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, inmediato a la población de Castro que dista unos 6 Km de Grandas de Salime, capital del concejo. Catalogado como castro desde 1967, la excavación sistemática del yacimiento dió comienzo en 1990. Su extraordinaria secuencia estratigráfica ha posibilitado la revisión y actualización de la investigación sobre el desarrollo de la Cultura Castreña en Asturias.
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Las tierras altas del valle del Navia disfrutan un clima de tendencia continental en el que, durante los meses de estío las temperaturas alcanzan valores propios de regiones meseteñas mientras que el frío, la lluvia, el hielo y la nieve protagonizan un invierno largo y crudo.
Desde que dieran comienzo las excavaciones en el Chao Samartín, la preocupación por reducir, en lo posible, los efectos negativos que tanto la excavación como los agentes meteóricos producen sobre las ruinas condicionó sustancialmente la actuación arqueológica y, en buena medida, la imagen que el yacimiento ofrece al visitante, muy diferente a la de asentamientos castreños emblemáticos como Coaña, Pendia o San Chuis.
La mayor parte de las construcciones exhumadas del Chao Samartín fueron levantadas con mampostería ordinaria escuadrada y uso predominante de pizarra. Como único aglutinante se utilizó el barro. Esto significa que una vez destruida parcialmente la pared y desprovista de todos sus elementos portantes y protectores lo que resta de la estructura se enfrenta al lavado continuo de sus materiales.
Un proceso acelerado por la continua exfoliación del material pizarroso que, en alguno de los edificios, ha significado la desintegración de varias hiladas descubiertas en buen estado de conservación pocos meses antes. Al igual que el azucarillo sumergido en el café, su desaparición integral es, tan sólo, cuestión de tiempo.
Para evitar estos riesgos fue puesto en práctica un modelo sencillo, reversible, ajeno a la estructura protegida y de fácil manipulación mediante una cubierta ligera y manejable de pizarra local sobre estructura de castaño.
Las ventajas que aporta son evidentes: evita la entrada de aguas y acumulación de humedad en el interior de las paredes, disminuye notablemente el lavado superficial de las mismas e impidió, durante los años de acceso libre, el tránsito de curiosos sobre los muros.
El protagonismo visual excesivo que sin duda toma sobre el conjunto de las ruinas parece un sacrificio más que razonable a la espera de soluciones más atractivas.
Asociación Amigos del Parque Histórico del Navia
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