El territorio de Entrambasaguas, término empleado durante la Edad Media para hacer referencia a las tierras del Navia-Eo, se extiende sobre un relieve accidentado, abrupto en ocasiones, que desde la rasa litoral alcanza, en pocos kilómetros, cotas de 1.300 m de altitud. Dispersos por su valles y colinas se catalogan centenares de vestigios arqueológicos, al tiempo testigo y herencia de los hombres que han habitado esta región desde tiempos paleolíticos.
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Los primeros recintos fortificados a fines de la Edad del Bronce (siglos IX-VII a.C.)
La existencia de recintos fortificados a finales de la Edad del Bronce es un hecho documentado recientemente en Asturias.
En realidad, aquellos yacimientos donde la continuidad en la investigación permite explorar superficies con cierta amplitud y abordar, por consiguiente, la datación sistemática de sus estructuras, están proporcionando, sin excepción, testimonios suficientes para proponer la existencia de asentamientos delimitados por cinturones defensivos, de carácter monumental, cuya fundación se remonta, cuando menos, al siglo VIII a.C.
Se trata de recintos instalados sobre posiciones topográficas destacadas, que habrán de evolucionar hacia morfologías inequívocamente castreñas durante los siglos posteriores y cuya dispersión sobre los más variados biotopos regionales indica también una relativa generalización territorial desde la rasa costera hasta las tierras altas interiores.
En Asturias, el repertorio de yacimientos excavados con indicios de ocupación asignables al Bronce Final no es muy extenso. Hacia el este, los castros del concejo de Villaviciosa, a pesar de contar con dataciones de atribuibles a este periodo y una identidad cultural marcada por la herencia, sino continuidad del Bronce Final Atlántico, han sido encuadrados por Jorge Camino en una primera Edad del Hierro. Algo similar ocurre con el castro gijonés de la Campa Torres, en el que los testimonios metalúrgicos y horquillas cronológicas más antiguas han sido desestimadas por José Luis Maya y Francisco Cuesta, "en clara tendencia a la baja", en beneficio de una secuencia de ocupación cuyos niveles fundacionales "no abogan por una adscripción al Bronce Final, sino a la Edad del Hierro".
Hacia occidente, los testimonios que permiten defender la existencia de recintos fortificados a finales de la Edad del Bronce cuentan, por el contrario, con un pequeño pero significativo grupo de yacimientos, todos ellos en curso de excavación o sondeados con cierta amplitud. El castro de Chao Samartín, en Grandas de Salime, es sin duda el ejemplo más representativo de los documentados en Asturias.
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