El Castelón de Coaña es el más popular de cuantos castros se conocen en Asturias. Esta notoriedad se debe a lo temprano de su descubrimiento y a la gran extensión excavada a lo largo de casi doscientos años de intervenciones. Al igual que buena parte de los castros de la región, éste era conocido desde antiguo.
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Localización:
Villacondide, Coaña
Itinerario de aproximación:
Carretera AS-12 Navia-Grandas de Salime, Km 6
Visita:
Acceso regulado. Venta de entradas en el Aula didáctica. Tlf.: 985 978 401
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El Castelón de Villacondide es el más popular de cuantos castros se conocen en Asturias. Esta notoriedad se debe a lo temprano de su descubrimiento y a la gran extensión excavada a lo largo de casi doscientos años de intervenciones. Al igual que buena parte de los castros de la región, éste era conocido desde antiguo. Las referencias literarias con alusión a las ruinas y a su posible origen se remontan a comienzos del siglo XIX. Desde entonces ha sido objeto de intervenciones esporádicas que, con mayor o menor fortuna, han contribuido a modelar su aspecto actual y convertirlo en el paradigma iconográfico del poblado fortificado de la Edad del Hierro.
Las primeras excavaciones documentadas con cierto rigor fueron las de José María Flórez en 1877. De su meritoria publicación Memoria relativa a las excavaciones de El Castellón en el concejo de Coaña (Asturias) se deduce la intervención en una veintena larga de construcciones y el reconocimiento superficial de algunas otras. Ya en este siglo la investigación es retomada por Antonio García y Bellido y Juan Uría que prolongan su actividad en Coaña entre los años 1940 y 1944. La prestigiosa posición científica de García y Bellido popularizó el castro asturiano en los círculos bibliográficos más influyentes y provocó un interés inmediato por Coaña, cuya imagen fijó, a partir de entonces, en las fotografías y magistrales dibujos elaborados durante aquellos años.
En 1959 es Francisco Jordá retoma la excavación que se prolongará hasta 1961 cuando el yacimiento adquiere un aspecto muy similar al que presenta en la actualidad. En fechas más recientes han realizado intervenciones de diversa entidad los arqueólogos Elías Carrocera Fernández, Ángel Villa Valdés y Alfonso Menéndez Granda.
Desde 1993 el castro cuenta con un Áula Didáctica donde se muestra la evolución de la cultura castreña desde su origen hasta el contacto con el mundo romano, cuando la explotación del oro tomará un papel decisivo en la historia de estos poblados.
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El castro fue construido sobre una pequeña colina y delimitado por una gruesa muralla a la que precede en todo su perímetro un foso excavado en la roca; la ruina de los antiguos muros ocultó la presencia de esta trinchera hasta su descubrimiento reciente en el flanco occidental del camino de acceso al yacimiento. En este punto (1) el visitante puede observar los cuerpos de guardia que flanqueaban la vía de entrada al recinto. Para evitar el deslizamiento sobre un piso muchas veces húmedo el suelo fue pavimentado con lajas de pizarra dispuestas lateralmente en chapacuña.
El camino introduce al visitante en el barrio norte, único sector habitado del poblado donde se concentran más de 80 cabañas, hasta alcanzar la gran construcción rectangular que se alza frente a la puerta de la Acrópolis, recinto amurallado que corona la colina. En este punto se alza El torreón (2), denominación atribuida desde su descubrimiento a una gran plataforma elevada sobre el barrio a modo de atalaya y hoy reinterpretada como espacio de representación social a modo de plaza o tribuna. Desde aquí pueden apreciarse las callejuelas y pequeñas plazas que conforman la organización urbana del poblado en la que predominan las construcciones de planta rectangular y esquinas redondeadas junto a edificios circulares con porches rectos o curvilíneos (3). En su interior aún se conservan algunas de las piezas más características del menaje doméstico como los molinos giratorios de mano o los morteros fabricados a partir de grandes piedras graníticas con hasta 4 cazoletas, exclusivos de estos castros ribereños del río Navia (4).
El núcleo más singular del poblado es, sin duda, el denominado Recinto Sacro (5). Se extiende al pie de la Acrópolis en una pequeña terraza que se alza sobre el camino de acceso. Las ruinas corresponden, en realidad, a dos edificios similares que se caracterizan por la cubierta abovedada de su cámara central, cabeceras semicirculares, utilización de hornos, canales excavados en la roca y una enorme tina tallada en granito. Son edificios característicos de los castros del noroeste de la Península Ibérica (Portugal, Galicia y Asturias). Durante mucho tiempo fueron interpretados como hornos crematorios. En la actualidad se interpretan como saunas cuyos modelos más antiguos se remontan al siglo IV a.C. aunque pervivieron, con reformas, hasta época romana (siglo I d.C.).
Aunque durante algún tiempo se consideró que la fundación del poblado se había producido en tiempos de la dominación romana, las excavaciones más recientes han confirmado que su ocupación es mucho más antigua pues se remonta, cuando menos, a momentos tempranos del siglo IV a. C.
Más información sobre el Castro de Coaña
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